Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión

Aquellos carnavales

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Los carnavales rafaelinos no siempre fueron iguales, no siempre mantuvieron un nivel de crecimiento, pero siempre contaron con hombres y mujeres dispuestos a inventar un espectáculo para divertirse y divertir. Tal el caso, por ejemplo, de Nino Giuliani, un gran participante con los recursos mecánicos a los que echaba mano. Otro de los personajes animadores de carrozas temáticas fue el entusiasta "Pichón" Grana.

En esta oportunidad compartimos la memoria de Antonio Castillo, señalado por sus colegas como muy imaginativo. "La primera vez, en el '62, se le ocurrió participar en el corso a uno del grupo; apenas detonada la bomba de las 18:00 hs que daba por terminado el permiso para mojar, nos pusimos a fabricar una especie de disfraz que, por lo menos, llamaba la atención. ¡Pero el corso es esta noche, no hay tiempo! objetó alguien; poco importó: desarmamos un colchón, fabricamos la indumentaria con trozos de tela, se consiguió laca para improvisar iluminación que le diera brillo a la oscuridad de la tela, lo que hizo decir al conductor desde el palco central: ¡Che, qué olor a alba mate! En los años siguientes -continuó Castillo- nos preparamos mejor, hicimos 'Los Cazadores de Tigres', el 'Astronauta', el 'Cazador de Mariposas'".

La búsqueda de recursos para los participantes no era cosa sencilla, pero el impulso creador siempre encontraba salidas, por ejemplo, la que menciona Eduardo Alessio: "Necesitábamos un acordeón y no lo teníamos, a lo que Bellezze nos dijo 'despreocúpense, yo se lo consigo'. Efectivamente, le pidió a Casa Colombo un acordeón enorme que tenía en el cartel del negocio. Los Colombo accedieron, pero con un compromiso escrito que nada habría de pasarle al instrumento.

Bailables

Los bailes eran un apéndice necesario de los corsos, adonde la mayoría llegaba ya con sus luces encendidas y a lo que las instituciones agregaban números musicales de atracción. El público, veleidoso sin explicaciones, se volcaba de una institución a otra. Así, Juventud, Boca, Independiente, Quilmes se alternaron los favores de los bailarines. Oscar Pautasso cuenta algunas características de los bailes de Independiente. "El apogeo del club fue por los años 50 y el público se agolpaba a pesar de ser un club riguroso con los permisos, con la vestimenta y con las mojaduras dentro de la institución. Había que limitarse a serpentinas y papel picado. Eso hasta las dos de la mañana. A esa hora, las madres se retiraban, algunas chicas quedaban y, a la voz de 'piedra libre' a cargo de Raúl Paublán, eso era un descontrol donde el agua salía de los baldes de hielo, de los vasos, de los recipientes ocultos, formaba una extraña pasta mezclada con el papel picado y nadie se quejaba porque ya estaba así establecido."

Otra anécdota -sigue relatando Pautasso- fue un viernes en que un grupo de allegados nos reunimos, como todos los viernes, a cenar en el club, entre otros Almada, Guadagno, Colucci, etc. Siempre venía el Chango Farías. Esa noche demoraba demasiado, sin explicaciones. Cuando llegó como a las 22:00 hs, apenas saludó: "¡No saben lo que me pasó! Venía de Sunchales por la 34 y después de una curva, en plena ruta, ¡un plato volador! Brillante, con luces… Yo pensé: me llevan. Cuando llegué cerca, bajaron dos tipos vestidos de marcianos y se arrimaron a mi auto. Me hicieron señas, abrí un poco la ventanilla y uno de ellos me dice: 'Para los corsos de Rafaela, ¿vamos bien?' Era una carroza de Suardi que venía a participar".

Locos Bajitos

En los años 80 prácticamente habían desaparecido los carnavales como tales, reduciéndose a algunos bailes. Fue en el año 92 cuando, instalada en la Subsecretaría de Cultura Marta Giura, creó el "Carnaval de los Locos Bajitos", por el cual hasta el 2008 le dio a la fiesta una participación popular masiva, con su origen en los barrios periféricos a los que la Municipalidad asistía para la confección de disfraces, instrumentos, etc. Los destinatarios eran los más pequeños, entre los que se establecían concursos. Los adultos participaban como espectadores, formando comisiones barriales de apoyo. En un artículo publicado en la revista Ariadna Tucma, firmado por María Cecilia Tonón y Claudio Stepfer, se dice: "(…) Hasta aquí podemos inferir que este carnaval formaba parte de una propuesta cultural definida, claramente orientada hacia las clases postergadas, en sintonía con una ideología que revalorizaba la cultura popular, con especial énfasis en la formación de los niños y los jóvenes con menos recursos".

La repercusión masiva del Carnaval de los "Locos Bajitos" fue indudable y mantuvo el fuego encendido de una festividad que distaba mucho de los distinguidos bailes del Club Social, luego Jockey Club, del Centro Ciudad de Rafaela y algunos intentos sectoriales que no alcanzaron los objetivos propuestos.

En los últimos años, la integración de batucadas con una entusiasta exhibición de coreografías y piel, más su desfile, cumple con señalar "aquí está el carnaval", pero ya Rigoni no monta sus engendros ciclistas ni los taxis locos sorprenden, ni la Habana Jazz pone el marco necesario para que el "pelado" Florio luzca sus atributos. De un modo u otro, año tras año las batucadas fueron creando un ambiente ruidoso, ordenado, con un despliegue de carne y color que atrae a un público que participa sólo con el aplauso y la presencia.

En un oculto amplificador de la nostalgia, Julio Sosa nos sigue cantando "Sacate el antifaz / te quiero conocer, / tus ojos por el corso / van buscando mi ansiedad. / Tu risa me hace mal / mostrate como sos, / detrás de tus desvíos / todo el año es carnaval".

enfoques opinión Segunda parte

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso