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Opinión

Bruno Gentilini, un ciudadano

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Por su baja estatura y su prudente silencio, no se notaría su presencia, pero este concepto cambia al ver su apostura firme y su decir seguro. Nació en Rafaela el 21 de diciembre de 1928, en calle Primera Junta 332; cursó el primer grado inicial y el primero superior en la Escuela Normal, que funcionaba en donde hoy está la Escuela "Alberdi".

Recorrer la simple y larga historia de Bruno Antonio José Gentilini es reconocer lugares, recordar nombres, revivir hechos de la historia cotidiana.

El padre de Bruno, Oreste Pagliero Gentilini, era el menor de seis hermanos italianos lombardos; un día muy triste de 1921 la madre los despidió a todos hacia América, luego de padecer cuatro años de guerra. Había aprendido de un tío el oficio de peluquero barbero; con esa especialidad, 21 años de edad y el título de Cavaliere, llegó a Rafaela junto a sus 5 hermanos y se radicaron todos en una vivienda de calle Belgrano 542. Con su oficio como respaldo, se empleó a las órdenes de Miguel Cetta. En 1924 se independizó y alquiló un local en el Hotel Toscano; donde puso su peluquería hasta 1968.

"Mi padre -dice Bruno- se levantaba a las 5:00 de la mañana y le daba sin parar hasta las 9:00 de la noche. Así fue haciéndose de un capital que le permitió comprarle 6 lotes a Ángela de la Casa de Lehmann, en Dentesano y Primera Junta. En ese lugar construyó su casa, que estrenó el día de su casamiento con mi madre, Laura Ollocco. La familia Ollocco tenía una fonda en Córdoba y 26 de Enero, vecina a la estación del ferrocarril Belgrano. Como ese lugar quedaba muy lejos del centro y no había taxis, mi mamá, en un Ford T, hacía las veces de taxi. Tanto llevar pasajeros al hotel Toscano, se conocieron y congeniaron con mi papá, que la veía llegar desde su local de barbería en el mismo hotel. Se casaron en 1927".

"Yo nací -sigue contando Bruno- en 1928, o sea que estoy próximo a los 96 años. Tuve un hermano que murió a los 6 meses de nacido; un segundo hermano también tuvo problemas de salud y vivió hasta los 50 años. Mi papá era un potentado; les prestó la plata a 4 de sus cinco hermanos para que pongan un taller; el otro hermano puso una peluquería en Humberto I. En el año 1936, cuando estaba cursando primero superior, murió mi abuelo en un accidente, a los 60 años. Esto motivó que nos mudemos a lo de mi abuela Ollocco, en calle Las Heras 840. Con ella vivía también Juan Bautista Ollocco, fundador de la primera cancha de frontón, junto con Gabriel y Ricardo Santi. Como esa ubicación quedaba muy lejos de la escuela, mi papá me cambió al Colegio 'San José'; completé primaria y secundaria, aunque el último año el 'San José' cerró la secundaria, lo que motivó que los padres de alumnos se reúnan para la creación de un nuevo secundario, que resultó ser la Escuela de 'Comercio'. Allí conseguí el primer título de Tenedor de Libros Nacional".

Como si fuera una lección aprendida, Bruno fue detallando los distintos pasos. El primer trabajo lo consiguió en la Librería mayorista Di Nóbile, donde debió acompañar al camión de reparto por las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y partes de Corrientes y Córdoba. Mientras cumplía con los 6 años de este empleo, se casó con Soledad Parisi de la que enviudó después de 42 años. Tuvieron un único hijo, Juan. Pudo aprovechar el plan de viviendas conocido como "las casitas de Perón", donde resultó adjudicado. El empleo siguiente fue en la industria de cromado de Basaldúa y Sacripanti durante 9 años. Estaba muy entusiasmado con esa actividad, al punto que vendió su casa para prestarles el dinero a sus patrones, para salvar un problema económico. Nunca pudo recuperarlo, ya que la empresa quebró. Casado, sin trabajo, con un hijo de 3 años, recurrió a su padre, que le facilitó una pieza en la casa de calle Belgrano 542. Lo que pensaba que sería algo pasajero duró 35 años.

Retoma la palabra Bruno: "Un amigo me recomendó a la Municipalidad, en tiempos de Pedro Aimaretti. Me aceptaron como auxiliar de segunda, destinado a la oficina donde se cobraba las obras públicas a los vecinos. Todas las mañanas el propio Intendente iba a ver qué había hecho y a verificar la cobranza. Cuando comprobó que todo andaba bien, me envió a la oficina del contador Natella para que me encargue de todo el movimiento de contribución de mejoras. En ese cargo estuve 27 años. Trabajé con Alcides Marcante, Pablo Zwiener y Victorio Ferpozzi. Don Pedro todas las mañanas recorría cada lugar de trabajo para ver lo que se hacía cómo se hacía. Por la tarde, estuve empleado en la escribanía de Amado Raspo y Curi. Los días feriados trabajaba en el Jockey Club, vendiendo y pagando boletos".

En lo deportivo, Gentilini integró la Asociación Colombófila. En su casa tuvo un palomar de hasta 80 ejemplares, entre ellos algunos con los que participó en diversas competencias. En automodelismo, armaron una pista con 25 metros de recorrido por vuelta junto a Omar Chiarelli, Tomás, Pignatta, Catena, Albizu y otros. Recuerda especialmente las 24 Horas, con 8 corredores cada auto, en turnos de 3 horas, con un total de 18.900 vueltas. Otro de sus deportes fue practicado en el frontón de Atlético, en sus tres ubicaciones sucesivas. También el fútbol lo tuvo como protagonista, en 1945, integrando un equipo con Minetti, Pliauzer, Leonardi, Fassi, Gays, Espíndola, Santillán y Cortopassi. También el tenis lo tuvo como practicante, en Atlético, hasta que se fundó el Lawn Tennis. En las canchas que daban a calle Primera Junta, compartió sets con Giussani, Reynaldo Casabella, Horacio Nizzo, Rosendo Ruiz y Avelino Alberto. Recuerda también Bruno que uno de sus anhelos fue ser jockey en caballos de carrera; sueño que no pudo lograr. Sin embargo, preparó a Florencia Colombo en saltos hípicos, con la que tuvo un primer puesto en un concursos de La Rural.

Hoy, Bruno Gentilini, se siente feliz por lo vivido en el pasado y por compartir los días actuales con su esposa en segundas nupcias, Stella Maris Chiavassa. Anduvo por una Rafaela que crecía, entre tierra y pavimento, con las calles abiertas, sin los miedos ni los peligros de estos días. Bruno demuestra que no es necesario hacer cosas grandes sino darle grandeza a las pequeñas cosas.

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