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Opinión

El gusano en la manzana

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Es desagradable no ver el gusano que está en la manzana que estamos por comer, pero es peor no verlo; aún peor, es cerrar los ojos para no verlo. La realidad es lo mismo: hay quien la ignora porque está oculta; los hay que no la ven por desinterés o ignorancia; y hay quien, sabiendo que existe, cierra los ojos.

"La única verdad es la realidad", afirmó Aristóteles. ¿Aristóteles? ¿No fue Perón? En realidad, el griego la pronunció 2300 años antes para despegarse del idealismo de Platón, su maestro. Emanuel Kant, el filósofo de hace 200 años, también la usó, para otros fines. En 1945, el fundador del justicialismo la hizo suya para justificar el aumento de los productos exportables en tiempos de la gran demanda de postguerra; una gran demanda que significó ingresos extraordinarios para el "granero del mundo", pero que se vieron dilapidados en una gestión autocrática del general, que manejó mucho mejor su liderazgo que la economía.

La escuela de Perón siguió su curso, tuvo herederos y seguidores en una línea zigzagueante que hubiera hecho enfurecer al fundador; pasó desde la tercera posición hacia la derecha autoritaria, para volver a la izquierda combativa; experimentó desde perseguir hasta ser perseguido; sus triunfos, con episódicos sobresaltos, la hicieron experta en sobrellevar alianzas, traiciones y regresos. La línea paternalista y negociadora del general fue desplazada en los últimos años por el kirchnerismo, por la actitud combativa al estilo de Evita, ahora con una dialéctica sonora y convincente a los oídos de los herederos descamisados. Pero -siempre hay peros- he aquí que la teoría justicialista más la actitud asistencialista más un Estado monumental, desproporcionado, convirtieron a la masa gobernante en un gigantesco comedor de manzanas con los ojos cerrados. El gusano, ya dentro del organismo estatal, fue royendo no sólo la propia manzana sino la de todos los demás. En otras palabras, se preocuparon más en sus propios recursos del presente que los recursos futuros de todos. Y nos quedamos sin reservas. Y nos seguimos endeudando. Y desarrollamos más pobreza. Y apagamos el futuro. Nadie pareció advertirlo desde los despachos ni de los escaños. La dialéctica encendida convencía que inflación no es pobreza sino alegría asistencialista.

Llegó el golpe. No el golpe de Estado sino el golpe electoral, donde un desconocido surgió para patear del tablero. El puntapié ha sido lo suficientemente fuerte como para descolocar posiciones, olvidar principios partidarios, acercar enemigos antiguos y crear otros nuevos. La frase más escuchada: sea lo que sea, pero que cambie.

Nadie sabe muy bien hacia dónde lleva el nuevo rumbo. Es probable que el propio Presidente no lo sepa, ni sus ruidosas adláteres. A cada movida, un nuevo obstáculo; a cada obstáculo, una nueva movida. El doloroso panorama de los hambrientos de siempre y los nuevos desocupados claman por un urgente camino de ayuda; de esa ayuda que antes aparecía de manos amigas aparentemente surtidas por mecanismos corruptos. Esto sí es urgente. Desenmascarados los pescadores del río revuelto, urge abrir la mano que auxilia. La oposición derrotada, la que no termina de asimilar su nuevo rol, hace lo posible por capitalizar los golpes de las nuevas tarifas, los golpes de bolsillo rayanos en la desolación, para convencer de que la mayoría se equivocó.

Los logros macroeconómicos no llegan todavía a la mesa cotidiana. Ha transcurrido poco tiempo y hay mucho por corregir. Los jubilados que no han accedido ni accederán a una posición privilegiada, no encuentran la forma -si ella existe- de llegar al próximo pago sin vacíos en sus cuentas. Desde lejos donde estamos no vislumbramos la luz al final del túnel; sólo esperamos que esa luz exista. La solidaridad actúa, los que siempre estuvieron bien, siguen estándolo; los especuladores de siempre ya han colocado sus fichas; los muchos que han sido pobres, lo son más todavía. Urge mirar alrededor para cuidarnos de los que nos asaltan de distintas formas, con guantes o pistolas.

El proceso ha comenzado su camino, ha tomado la manzana en su mano, sabe que adentro hay un gusano despierto; no vale cerrar los ojos y esperar magias salvadoras; ya lo dijeron Aristóteles, Kant y Perón: la única verdad es la realidad. ¡A por ella!

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