Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión

La fragilidad de la solidez

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Repaso números, tendencias, los bonos que van, los riesgos que vienen, aquel tomándose la cabeza porque el blue lo traicionó y el otro al que le convino y ahora lo vende y se pasa al no-sé-qué para hacer la diferencia que después moverá hacia uno de esos lugares, como en el tango, "donde triunfan y claudican milongueras pretensiones". Siempre descubrimos, al final, que el almacenero nos ganó de mano y el carnicero nos dio el sacudón que faltaba para despertar.

La maraña que devora las neuronas al ritmo enloquecido de la especulación, trama redes que sirven para no caer al vacío o para quedar atrapado en el enredo nervioso del universo especulador sin alma y sin fronteras. ¡Es el mercado, estúpido!

Es notable cómo el hombre, creado como ser único, dotado de inteligencia y pasión, con un organismo múltiple destinado a nacer, crecer, multiplicarse, crear, producir, pensar, amar y tantas otras funciones, aplica sus ingenios para su propia destrucción. Y lo hace eficientemente. Maneja -eso cree- las artes de la especulación por las cuales unos pocos aplastan a unos muchos. Esto, repetido hasta el cansancio, no alcanza para combatir a ese generador de pobreza que es el dinero, y ese generador de poder que el dinero crea y que a su vez multiplica la marginación. Todo intento por curar esta pandemia monetaria ha fracasado… por dinero.

Cuando Luis XV de Francia vio que su reinado iba cayendo en el fracaso, pronunció aquella famosa sentencia: "Después de mí, el diluvio". Esta frase, que también repitió Charles De Gaule en su ocaso, parece ser el emblema de nuestros gobernantes, que, aun sabiendo la pendiente en que el país cae, ha intentado siempre una serie de explicaciones distribuyendo culpas en partes iguales por toda la historia, nunca el presente; llámese populismo, dictadura o "viva la Pepa". Gastemos, vivamos, regalemos a nuestros amigos, total "después de mí el diluvio".

Frecuentemente surgen al protagonismo unos seres minúsculos, virus o bacterias, que se ocupan de diezmar a la población humana como para colaborar con las guerras en eso del equilibrio de las especies. Los animales se devoran unos a otros a la vista de todo el mundo, y los virus se devoran a los hombres desde adentro hacia afuera, como los remordimientos.

Milan Kundera, cuando escribió "La Insoportable Levedad del Ser", estaba describiendo la liviandad del hombre ante lo profundo, la confusión del sexo con el amor, y la aceptación de lo trivial como objetivo. Nosotros solemos adjudicar a lo superficial y pasajero la entidad de una razón de vida.

De pronto, una pandemia que no supimos evitar nos desacomoda. De pronto, quedamos frente a frente con la realidad cotidiana íntima, hogareña, y aquello que soñábamos como esencial pero se vuelve lejano. ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos pasa? ¿Qué estuvimos haciendo mal hasta ahora para que un solo cachetazo de la naturaleza nos dé vuelta al revés y, sobre todo, nos hace descubrir que en el revés están nuestros derechos?

Richard Bach, en esa preciosa fábula que es "Juan Salvador Gaviota", dice cosas de nosotros que no podemos evitar. Por ejemplo: "Juan dejó caer deliberadamente una anchoa duramente disputada a una vieja gaviota hambrienta que le perseguía. Podría estar empleando todo ese tiempo en aprender a volar. ¡Hay tanto que aprender!" Y más adelante aparece una sentencia que dice: "No creas todo lo que tus ojos te dicen. Todo lo que muestran son limitaciones. Mira con tu comprensión, encuentra lo que ya sabes y verás el camino para volar". Agrega en otro párrafo un consejo de su padre: "Comenzarás a tocar el cielo en el momento en que toques la velocidad perfecta. Y no es volar a mil millas por hora, ni un millón, o a la velocidad de la luz, porque cualquier número es un límite, y la perfección no tiene límites. La velocidad perfecta, hijo mío, es estar ahí". "Gaviota que vuela alto, mira lejos".

Pienso que hay gente hoy tomándose la cabeza por el blue, la grasa butirosa, el barril de petróleo y el riesgo país. Y está bien que cada especialista haga lo suyo de la mejor manera sin involucrar en sus maniobras a los tantos que habrán de padecer sus consecuencias. "A naides tengas envidia / es muy triste el envidiar / cuando veas al otro ganar / a estorbarlo no te metas / Cada lechón en su teta / es el modo de mamar". Esto es Martín Fierro y este país es una chancha con las tetas vacías y unos pocos lechones comiéndose lo que queda.

Vuelvo a Kundera, después de transitar autores, para despertar algunas reflexiones e inquietudes de lectura en estos tiempos de nuevo calendario. Ahora que la escuela del tener nos da hora libre, estudiemos cómo apuntalar la "insoportable levedad del ser", que es casi como decir que la solidez buscada incluye a la fragilidad.

enfoques

Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso