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Opinión

Media vuelta, giro y zapateos

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Pareciera un movimiento usado normalmente en las danzas tradicionales folclóricas, pero es todo un comportamiento. Como si fuera un gran escenario cosquinense, unos 350 bailarines sentados, ejecutan una danza de duración variable que, como vimos últimamente, tiene giros, contragiros, medias vueltas y zapateos. En esos movimientos, se muestra la cara y se la esconde. No es un escenario, es una cámara legislativa en donde el pueblo se expresa a través de sus representantes.

El imperio romano, de donde la civilización occidental se nutrió de tradiciones encomiables y execrables, a gusto del receptor, heredaron la costumbre de endiosar todo aquello que sea destacable en los humanos, el universo, la naturaleza, los sentimientos. Cada acción tenía su patrocinador, descendiente del Olimpo a partir de Zeus, el máximo señor. Así fue como, para los romanos, surgió Jano. Ocurrió en algún momento impreciso de la historia, que sólo transmitió la tradición.

Jano consagró su presencia cuando los romanos comprendieron que hay un tiempo presente, pero también un pasado que enseña y un futuro que da esperanza; la idea fue reflejada en un torso con dos cabezas, una de ellas mirando hacia el pasado y la otra hacia el futuro. ¿Es sólo eso? La simbología a la que recurrían las civilizaciones antiguas no solían ser muy sutiles, pero con Jano fueron un poco más adelante, con una amplitud de significados. De hecho, Jano (puerta), el Dios de los inicios y los umbrales, dio su nombre al primer mes del año: Januarius, Janeiro, Janero, Enero. En los tiempos de la fundación de Roma, se invocaba a divinidades ligadas con el paso del tiempo y las estaciones, teniendo en cuenta que era un pueblo de agricultores y ganaderos. Si queremos hacer un paralelo un tanto primario, en nuestra región trajeron del norte de Italia la devoción de San Chiafredo, a quien se encomendaban ante la presencia de tempestades o granizo; testigos de ello son las capillas diseminadas por algunos accesos a potreros con sembrados. Estos campesinos, como aquéllos, son los encargados de mantener con impuestos a la danza de representantes.

Como sabemos, el centralismo capitalino y la presión impositiva son temas ancestrales a los cuales Jano no es ajeno. Cuando los Sabinos, un pueblo de productores agropecuarios ubicado en colinas vecinas de Roma, intentaron tomar el Capitolio, hartos del dominio central, Jano hizo brotar agua hirviendo, con lo que los invasores debieron retirarse. Fue el primer caso en que el dios latino tomó partido por el oficialismo. A él se le atribuye la invención del dinero y, según los romanos, Jano aseguraba buenos finales para las cosechas y buen futuro para todos, desde su puesto como custodio de las puertas del cielo.

La puerta de Enero

Jano/Enero es el que abre las puertas, pero también el que las cierra; el que abre las puertas de lo que vendrá y el que cierra lo que sucedió; queda con su mirada fija hacia atrás, para capitalizar la experiencia que nos deja el pasado. Hoy vemos que el dios de los representantes tiene los ojos vendados hacia el pasado y con anteojeras hacia el futuro. Lo que no muestra la deidad latina es el presente, fruto y raíz de la vida personal y comunitaria; y nuestro presente es plural, diverso, dramático si se quiere. Mirar hacia el pasado para criticar el presente, no tiene sentido. El sector "K" de los representantes aman a su pasado y aspiran a repechar la cuesta de una derrota inesperada, fruto de sus mismos errores. Claro que estos errores no serán admitidos, así desfilen por sus narices decenas de hechos y consecuencias que atestiguan lo malo que nos pasó, que repercute en lo peor que nos está pasando. Como la confusión es grande y la expectativa incierta, el sector que ama al pasado elige medir con la misma vara los dos meses del Gobierno de hoy con los doce años del ayer, pero echando culpas sobre los dos meses de hoy.

Supongamos que todos están bien intencionados, oficialistas y opositores (cosa que no aparece a simple vista), es preciso elegir un camino, seguirlo, desmalezarlo, aunque no se vea el punto de llegada. Tal vez lo que importa no es llegar, sino caminar.

En la otra cara de Jano, la que mira hacia adelante, encontramos a una deidad que grita y vocifera para que cambien, que todo cambie, que vuelen las esquirlas de los hambrientos para que los saciados recapaciten; que las aguas se enturbien para cazar a los pescadores de río revuelto. Que Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba hablen de una entente para enfrentar al Gobierno central, y viceversa, se parece más a una riña de gallos que a un país que desea curar sus heridas y arrancar.

La historia, fundada o mitológica, siempre tiene algo para decirnos. Escucharla, procesarla, traducir sus momentos, es una gimnasia cotidiana que, o nos sirve como enseñanza, o habrá sucedido en vano. Las puertas de enero han quedado abiertas; si en febrero no logramos trasponerlas, nos quedará danzar con giros y medias vueltas un baile de vida o muerte.

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