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Opinión

Rafaela pueblo

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Al empuje de sus primeros habitantes, Rafaela creció muy rápidamente, más que cualquiera de las otras colonias contemporáneas. Conservaba, eso sí, un ambiente pueblerino que no abandonaba los encuentros en el "Pequeño Palermo Recreo de Italia", un bar que los hermanos Pablo y Juan Travaini instalaron en las afueras, al suroeste, muy cerca de la ladrillería de Simón Chicco, la que tiempo después, por fuerza de la urbanización del sector, debió ser abandonada y convertida en plaza. El emprendimiento gastronómico fue exitoso, al punto que motivó la construcción de viviendas cercanas y el nacimiento del barrio Recreo, que después se rebautizó como Barrio General San Martín. El bar, frecuentado por peones y colonos del pueblo y de la zona, además de un sitio para el encuentro social y el aperitivo, servía también para que se arme algún baile, corriendo las mesas, con el aporte de algún acordeonista habilidoso y, por su fuera poco, con la presencia frecuente de "los tres gringos cantores", uno de los cuales, Bautista Porco, llevaba la voz cantante junto a dos compañeros de canzonetas.

Instituciones

Uno de los signos de crecimiento de los pueblos es la suma de instituciones que van naciendo. Los italianos rafaelinos hicieron punta con la creación de la Sociedad Italiana Vittorio Emmanuele II el 16 de junio de 1890, con la presidencia de Nicolás Cacciolo. Los suizos, casi de inmediato, dos meses después, formaron la Sociedad Suiza "La Unión", presidida por Pedro Avanthay. En 1895, por deporte y por necesidad defensiva, se creó el Tiro Federal Argentino, cuyo primer presidente fue Federico Maurer. El terreno para la práctica de tiro fue comprado a Rafael Escriña en $ 1.000. Le entregaron el 50%, prometiendo cancelar el resto en el plazo de un año. La demostración de paciencia del Sr. Escriña fue tal que terminó cobrando el saldo ¡27 años después! Entre las primeras instituciones figura el Club Unión Ciclista de Rafaela; su presidente fue Faustino Ripamonti, con la concurrencia, entre otros, de dos ciclistas que alcanzaron renombre nacional: Adolfo Bishel y Ángel Marini. La institución que reunió a los ciudadanos más encumbrados del pueblo fue el Club Social, que nació el 25 de mayo de 1891 y se ocupó de recibir y agasajar a los personajes relevantes que visitaban Rafaela, además de sus propios bailes y reuniones sociales.

Religión y templo

La religión católica era profesada por la mayoría de los inmigrantes, pero, para cumplir con alguno de sus ritos, debían trasladarse a Pilar. Guillermo Lehmann había asignado los terrenos 1 y 3 de la manzana 33 para erigir un templo; en consecuencia, se atribuye a Luis Eyssartier el inicio de gestiones ante el obispado de Paraná (Santa Fe todavía no tenía jurisdicción eclesiástica), mediante una nota que expresaba la inquietud para que sea reconocida una comisión pro templo; a tal efecto, sugería su integración con Pedro Avanthay, Pedro Spahr y Joaquín Colmenero. La respuesta fue afirmativa, pero la continuidad del trámite tuvo algunos tropiezos: renuncias y ausencias demoraron la ejecución del propósito. Entretanto, se pidió a los colonos la firma de vales y pagarés para contribuir a la edificación del templo y al párroco de Pilar, Alfonso Raffaelli, el asesoramiento para la obra. Los pagarés sumaron $ 6.000, siempre que la obra se realice en tiempo y forma. El presupuesto inicial fue de $ 3.000, consistente en 150.000 ladrillos, 100 fanegas de cal y 30 carradas de arena, más la madera para los marcos de 7 puertas. Nada fue fácil, especialmente por las disidencias habituales en todos los temas, incorporaciones y renuncias. Finalmente, Pedro Avanthay pudo gestionar el descuento de los pagarés firmados por los colonos, en el Banco Nación, destrabando el factor económico.

En 1887 se da por finalizada la obra y se pide al Obispo de Paraná el nombramiento de un cura párroco. El 30 de septiembre la designación recae en el Presbítero Estanislao Battipaglia y el 24 de octubre de 1887 se inaugura la Iglesia. Este Sacerdote actuó desde esa fecha hasta el 29 de noviembre de 1888, en que se hizo cargo el Pbro. Francisco Palmieri, quien permaneció hasta el 1° de agosto de 1901, en que fue reemplazado por el padre Dimas Mateos; este Sacerdote ejerció como párroco durante 34 años. Su tumba puede verse hoy en la nave central de la Catedral San Rafael. El cargo de párroco recayó entonces en el Pbro. Emiliano Cerdán. El primer bautismo fue para la niña María Armando, hija de José Armando y de Josefa Grosso. En cuanto al primer matrimonio fue celebrado entre Sebastián Grossi y Lucía Canuglia, el 6 de noviembre de 1887.

Caída y reposición

El 21 de febrero de 1907 una tormenta con fuerza de ciclón causó importantes destrozos en viviendas, postes y molinos, cobró una vida y dañó la estructura del templo, de tal modo que una inspección técnica prohibió el ingreso de personas, considerando que revestía un serio peligro la estabilidad de la construcción. Al poco tiempo fue demolido. El párroco se puso en campaña para lograr la construcción de un templo mucho más importante y seguro que el anterior. La piedra basal fue colocada con la presencia del Obispo de Santa Fe, monseñor Boneo (ya por entonces se había creado la diócesis de Santa Fe de la cual dependía Rafaela). La obra propiamente dicha comenzó en 1910. Cuando llegó la hora de las terminaciones, se registraron las donaciones de Faustino Ripamonti, la torre; Eduardo Ripamonti, las campanas; el reloj de la torre fue donado por el matrimonio Miassi-Lorenzatti en 1939, al cumplir las bodas de oro matrimoniales; la verja del atrio fue costeada por Juan Abele; el piso de granito por Francisco Lorenzatti; el zócalo por Marcelino De Micheli, además de una larga lista para la pintura y los bancos. Aunque no hay un registro visible, la tradición dice que el monumental altar mayor tuvo dos contribuyentes, uno de ellos Manuel Zimmermann. Tampoco se encuentran constancias sobre los cuatro altares laterales.

Como podemos advertir, en las mayores obras de testimonio institucional participó la población, a través de comerciantes, campesinos y funcionarios que priorizaron el bien común, a pesar de que los tiempos de formación no fueron fáciles, pero no anularon la voluntad de hacer una Rafaela mejor, a la medida de los sueños que la impulsaron.

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