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Opinión

Un mecánico llamado Gabriel Tamagnone

Alcides Castagno

Por Alcides Castagno

Chieri es una ciudad recostada sobre el Po, muy cerca de Torino. Como la mayoría de las ciudades italianas, está rodeada por pequeñas comunas (frazione), gobernadas por un delegado del Síndaco de la ciudad cabecera. En una de ellas, Chieri Presso Riva (Chieri Cerca de la Orilla), nació Gabriel Tamagnone el 11 de septiembre de 1859. En ese lugar geográficamente privilegiado, creció y se formó Gabriel, aprendiendo el oficio de mecánico.

A los 21 años, seducido por comentarios que llegaban de América y con la pobreza pisándole los talones, tomó su caja de herramientas, la ropa necesaria, algo de dinero ahorrado y se lanzó a la aventura de cruzar los mares hacia lo desconocido. Por algún contacto o designio, llegó a Rafaela a fines de 1880, cuando aún este territorio era un loteo, sólo habitado por algún intrépido adelantado y por operarios de las máquinas que trazaban el damero que sería después sucesivamente una colonia, un pueblo, una ciudad.

Nuevo horizonte

Gabriel tuvo la primera decepción cuando comprobó que su oficio de mecánico no tendría un presente acorde; guardó entonces su caja de herramientas y se ofreció para sumarse a la cuadrilla de desmonte y desmalezamiento en el lugar destinado a la plaza central. Su físico grande y resistente, las manos endurecidas, convencieron a su empleador -a su vez contratado por la empresa colonizadora de Guillermo Lehmann- y quedó desde entonces arraigado en este lugar.

La suerte de Gabriel cambió el día en que José Buffa, uno de los primeros agricultores, se puso a observar a los peones que estaban en la tarea del desmalezado, para llevarse alguno a su chacra. Supo que uno de ellos era, además, mecánico. Gabriel Tamagnone aceptó la propuesta, tomó su caja de herramientas, subió al carro de Buffa con sus pocas pertenencias y se estableció en lo del colono; éste corrió la voz entre los agricultores y ganaderos de la zona, para que ocuparan a Gabriel cuando fuere necesaria la reparación de alguna máquina. Así pudo combinar su tarea en el campo de don José con los llamados del resto de los colonos. Demostró voluntad, dedicación y capacidad, todo lo que se esperaba de un mecánico.

Echar raíces

Después de un tiempo, Gabriel dio algunos pasos decisivos en su vida. La colonia Rafaela se iba poblando, lo que ampliaba el campo de acción para su oficio. Ya en condiciones de establecerse, construyó su casa y se incorporó al taller de Luis Fanti. No había mucha actividad social, pero, deslumbrado por una joven, María Peretti, encontró la forma de acercarse a ella, congeniaron y con 25 años cumplidos, contrajeron matrimonio. De esta unión nacieron cuatro hijas: Margarita -a los 18 años fue distinguida por su belleza como la primera reina de Rafaela-, Bernardina, Catalina y Gabriela.

Gabriel Tamagnone no era hombre de quedarse quieto en un lugar o en una actividad. Después de unos años trabajando para Luis Fanti, construyó su propio taller sobre un terreno en la esquina de Belgrano y San Lorenzo. Mientras cumplía con su tarea específica, se asoció con su suegro Peretti y con su primer empleador, Buffa, para comprar una de las primeras máquinas trilladoras de la zona. En tiempos de cosecha, dejaba el taller a cargo de un empleado y se dedicaba a conducir la trilladora y organizar las tareas propias de la recolección.

Ingenio y servicio

Honesto y eficiente, Gabriel Tamagnone se las ingeniaba para suplir algunas carencias, por ejemplo, la falta de electricidad: hacía funcionar sus máquinas elementales mediante un burro girando en una noria. De este modo fue creciendo en experiencia y prestigio. Algunos de sus clientes fueron: Luis Santi, para quien equipó el aserradero; atendió a varios molinos harineros y al equipamiento de la primera fábrica Quilmes. Cuando Luis Fasoli decidió instalar su primer pequeño frigorífico, encargó la fabricación de las máquinas a Tamagnone. Éste las construyó en su taller y, cuando estuvieron listas, las transportó en una chata tirada por mulas. Se cuenta que, al ponerlas en marcha, don Luis, satisfecho, expresó: "Esta pequeña fábrica que ves ahora, dentro de poco se convertirá en un emporio industrial que nadie se imagina". El tiempo le dio la razón.

Tanto trabajo de tamaña intensidad y dureza fue minando la salud de Gabriel. Cuando se hubieron cumplido 60 años de actividad ininterrumpida, puso en venta su taller; fue adquirido por una sociedad de Morteros, que lo desmanteló y se llevó las máquinas y equipos.

Su hija mayor -la "reina"- se casó y se mudó a Buenos Aires; cada una de las demás hizo su vida capitalizando el ejemplo de Gabriel y María. El viejo luchador piamontés falleció el 26 de junio de 1944 a la edad de 82 años.

Así se construyó esta ciudad de hoy, con la voluntad y el coraje de aquel muchacho pueblerino de Chieri Presso Riva. Ya no es posible comprobarlo, pero hay quien asegura que su fiel María conservó, en el fondo de un baúl, aquella primera caja de herramientas.

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